UNA MUJER SABIA (EN RECUERDO DE OLIVA ARMAYOR)
Oliva Armayor se hizo
presente en mi vida cuando el profesor Juan Ignacio Ruiz de la Peña me
recomendó la lectura de sus trabajos para “iluminar” mis incipientes
investigaciones sobre la historia del concejo de Caso. La conversación tuvo
lugar en el departamento de Historia Medieval del Milán y me llamó la atención
que una mujer de apellido tan casín, fuera recomendada por el historiador
asturiano, discípulo de Juan Uría Ríu y maestro de varias generaciones de
profesionales. Debo reconocer que, en ese momento, no había oído su nombre ni,
mucho menos, leído ninguno de sus trabajos, ni siquiera el dedicado al
“Privilegio de Caso”, que fue con el que Nacho me dijo que debía empezar.
En aquel tiempo
tampoco había visitado nunca la sede del Real Instituto de Estudios Asturianos.
El día que decidí acudir, entré un poco impresionada por el empaque de sus
instalaciones y el ambiente culto e intelectual que allí se respiraba. No
recuerdo quién atendió mi consulta, pero sí conservo la sensación tan agradable
que sentí en la biblioteca, cuando me informaron de que eran varios los
trabajos de Oliva que el Instituto había publicado, y que todos ellos estaban a
mi disposición para su lectura. Así, pude conocer un conjunto de títulos
editados entre 1956 y 1971, dedicados a
temas relacionados con la historia y la etnografía del concejo de Caso, que a
día de hoy constituyen un auténtico tesoro por la información que suministran
sobre una época que ya ha pasado a la Historia.
Si es cierto que Oliva
nació en Caleao en 1914, ya habría cumplido 42 años cuando publicó “El
Privilegio de Caso”, en el que no sólo transcribe el documento aprobado por
Juan II en 1447, sino que lo complementa con información sobre las armas del
concejo y aclaración sobre términos referidos a las exenciones de impuestos,
como eran “portaje”, “peaje”, “barcaje”, “servicio”, etc. Fue ésta una
investigación que -imagino-, la autora haría en su mesa de trabajo, ante el
documento histórico que ella describe como “el único legajo de pergaminos, que
providencialmente pudo sacarse de los escombros del Ayuntamiento”, cuando el
edificio fue destruido durante la Guerra Civil. Oliva dedica el primer y último
párrafos a los agradecimientos: por un lado, a la Corporación Municipal de Caso
-era alcalde Tomás Fernández Martínez-; por el otro, a los que ella define como
“verdaderos promotores” del trabajo, citando a don Emilio Traviesas y sus
hermanas -conocidas en el concejo como “Les Travieses”-.
A partir de este
momento y aprovechando los períodos vacacionales en su concejo natal -Oliva era
profesora en Madrid y alcanzó el grado de catedrática-, desarrolló una labor
muy fecunda apoyada en un intenso trabajo de campo. Así fueron naciendo títulos
como “Rasgos folklóricos del concejo de Caso” (1956); “Del folklore de Caso”
(1957); “Las cocinas antañonas en el concejo de Caso” (1960); “La metáfora y la
fauna de Caso” (1962); “Del tema de la arriería” (1963), “Del refranero de
Caso” (1965) y “Monografía del concejo de Caso” (1971). La imagino con calzado
cómodo y un cuaderno en la mano, recorriendo los pueblos, indagando,
preguntando. Quizás pasara a limpio sus apuntes en la casa de Gobezanes de su
hermana Elvira, o en Caleao, dónde vivía el ganadero Alfredo Armayor. De una u
otra forma, tiene un estilo ágil, didáctico, ameno y sencillo para la lectura,
que combina con un alto nivel científico -en todos los trabajos cita a
especialistas en las materias- y muy responsable en la exposición de la
información, complementando ésta en todo momento con las notas a pie de página
correspondientes.
Todos los trabajos son
preciosos, pero, en mi caso, tengo especial debilidad por dos de ellos. “Las
cocinas antañonas” y “Del refranero de Caso”. Oliva fue testigo de un mundo que ha
desaparecido: el de las cocinas “a mataterreru”, que destinaban el espacio más
importante al “llar”. Gracias a ella, podemos saber dónde se colocaba la
“cantarera” -con el “xarru”, la “xarra melada”, “les cuernes” y el odre-.
También el “colaeru” para lavar, la “espetera” para colgar los cazos, la masera
para guardar el pan y la “borona”, el “duernu o dornicu”, el horno para cocer
el pan, el “poyu” y la “trébede”. Gracias a ella también, podemos entender un
poco mejor la psicología de los casinos que vivían a mediados del siglo XX, que
considera retratada “con una gran fidelidad en su refranero”: “Al amigu y al
caballu, no apretalu”; “Si una puerte se cierra, otra abre l’aire” o “Nunca les
manes te dolien”, esta última, oída en Tanes.
El último trabajo del
que tengo constancia es el capítulo dedicado a Caso y publicado en el Tomo IV
de la Gran Enciclopedia Asturiana, en el que explica su geografía,
naturaleza, orografía, fauna, historia, heráldica, arte…Si bien ha sido frecuentemente
citado en otras publicaciones, rara vez se menciona el nombre de su autora, identificado
con unas humildes siglas, O.A., que además corresponden a la única mujer en un
elenco formado por 70 especialistas, en el que aparecen nombres tan destacados
como Elviro Martínez, Ignacio Gracia Noriega, Jose Antonio Cabezas, Jose Mª
Patac, Luciano Castañón, Juan Uría Ríu y Juan Ignacio Ruiz de la Peña, entre otros.
Termino esta semblanza
recordando el día que la conocí personalmente, en la casa de mi suegra, Inés,
en Pola de Laviana, a quien unía un parentesco político. Me impresionaron sus
ojos vivos y sus buenas maneras -signo de cultura-. No era el momento de hablar
sobre sus trabajos y lamentablemente, faltaron otras oportunidades, pero desde
que supe de su obra y persona, siempre pensé en el gran honor que suponía para
el concejo haber tenido a Oliva como una de sus hijas. Desconozco si se ha
conservado su legado documental y bibliográfico, que imagino perfectamente
organizado en notas, imágenes, cuadernos, grabaciones, libros y transcripciones
de documentos históricos, ¡qué gran tesoro sería para los casinos! Y seguro que
ella, mujer sabia y humilde, estaría orgullosa de que las generaciones del
siglo XXI lo conservaran.
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