MUCHOS GARCÍA, VALLE, PRADO...Y UN SOLO GASPAR DE CASSO.

 

    


ESTA OBRA LA IZO EL SEÑOR DON JUAN DE LA PIPA AÑO DE 1773 
Inscripción en el dintel de la puerta de una casona de Nieves.

    Los apellidos Valle, García y Prado son frecuentes en el concejo de Caso y descienden de antiguos hidalgos, que en la Edad Moderna formaban la pequeña nobleza de los pueblos: estaban exentos de pagar impuestos y obtenían con el título de caballero una garantía de prestigio social, que sin duda contribuiría a otorgarles puntos a la hora de, por ejemplo, presentar su candidatura para ser representantes del concejo en la Junta del Principado. Esta institución fue creada a principios del siglo XV para que los concejos asturianos tuvieran una representación ante la Corona, y pudieran defender sus intereses. Cada concejo estaba representado por un apoderado o procurador y los concejos se agrupaban con otros en partidos, cuyas reuniones tenían lugar en el cabildo de la catedral de Oviedo.

    La máxima autoridad de la Junta era el Procurador General. Uno de procuradores mejor conocido fue Don Gaspar de Casso, que en los años 60 y 70 del siglo XVII representaba al concejo de Caso, ocupando el asiento número veintidós, entre los concejos de Onís y Parres.  El linaje de los Caso era, además, muy importante e influyente en Asturias.

   Para demostrar la condición de hidalgos, era indispensable presentar un documento que se llamaba “ejecutoria de hidalguía”, que facultaba para la representación del concejo en la Junta, y, sobre todo, para la exención en el pago de impuestos. ¡Se trataba de un título muy demandado!

    Los hermanos Ángel y María Blanca Bueres Santa-Eulalia han investigado sobre esta cuestión. Consultaron las copias de los padrones de varias localidades casinas del siglo XVII en el archivo de la Real Chancillería de Valladolid y localizaron cuatro ejecutorias de probanza de hidalguía, correspondientes a Juan Francisco, año 1619; Andrés García, año 1623; Juan del Prado del Pandiello, año 1624 y Juan del Valle, año 1626. Hubo sin duda muchos más, con escudo en la casa, alguna tierra, título y, seguramente, poco o ningún dinero. La mayoría no podrían nunca presentarse a diputados y, por tanto, llegar a ser procurador, pues éstos eran cargos que implicaban muchos gastos, más que beneficios. Así que suponemos que don Gaspar de Casso tuvo que ser un hombre rico y poderoso, propietario de gran cantidad de tierras, por las que cobraría impuestos a los que no tenían título.

Actas Históricas III de la Junta General del Principado. Oviedo, Junta General del Principado de Asturias, 2002.

Menéndez Glez., Alfonso: La Junta General del Principado de Asturias. Tomo III de la Historia de Asturias, Oviedo.

Bueres Santa-Eulalia, Ángel y Blanca: Padrones a calle hita de las parroquias de Bueres y Tanes, del Concejo de Caso, en el Principado de Asturias. Madrid, Hidalguía, 2001.

Comentarios

  1. La mayoría de los hidalgos no necesitaban demostrar su hidalguía. La hidalguía se transmitía por línea paterna de padres a hijos y, excepto unos pocos casos, era un hecho conocido por todo el pueblo.

    Solo los que se consideraban a sí mismos hidalgos pero habían sido empadronados como pecheros (por haber cambiado de residencia, por desconocimiento de los empadronadores o por mala idea de los empadronadores, que de todo había) se querellaban contra el concejo que los había empadronado ante la sala de los hijosdalgo de la audiencia de Valladolid. No todos los injustamente anotados como pecheros se querellaban porque el proceso era bastante largo y costoso y no disponían del dinero suficiente.

    Si finalmente conseguían demostrar su hidalguía en el consiguiente juicio (por testigos, por padrones de años anteriores, por haber detentado oficios nobles, etc...) obtenían la correspondiente ejecutoria de hidalguía.

    Esta ejecutoria les servía para que se rectificasen los padrones en los que se les había anotado como pecheros, se les devolviese los impuestos incorrectamente cobrados y se les guardasen en adelante las prerrogativas, libertades y franquezas que gozaban los hidalgos.

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